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En el ST y se despachó con un 2-0 a Tristán Suárez.

A un equipo le cuesta acomodarse en los partidos, sufre las imprecisiones de sus volantes, no sabe doblegar a las defensas rivales y no consigue resultados. El otro muestra firmeza atrás, autoridad en el medio, desequilibra cada vez que pasa la mitad de la cancha y tiene a un goleador que no se cansa de darle puntos. A veces, Los Andes es el primer equipo. Otras, es el segundo.

Lomas llevaba cuatro partidos sin ganar, con dos derrotas y dos empates, incluyendo la increíble eliminación por penales de la Copa Argentina en manos de Riestra, de la Primera D. Y en el primer tiempo ante un inerte Tristán Suárez, no mostraba signos de recuperación. A Gandarillas le costaba acertar un pase a un compañero y José Luis Gómez y García Barros no lograban hilvanar juego. La única vez que pudo generar peligro, el arquero Porto le ahogó el grito al Pitu.

Sin embargo, en el complemento dio la cara, exhibió otra imagen. Los cambios le aportaron al Milrayitas la rebeldía que le faltaba en los últimos metros, mientras que Gandarillas y Francés se asentaron en el centro. La usina futbolística del local se aceitó y las situaciones comenzaron a producirse en serie. El primer gol fue la muestra de la nueva faceta de Los Andes: sensacional pase del fino y lúcido Asencio, picante aparición del rápido y encarador Acosta, y el toque del goleador Romero -para eso está- para empujarla. Y no hubo más partido, porque Tristán Suárez estaba maniatado y el local se sentía cómodo y confiado con su imagen renovada. Apenas un cierre de Mena cuando Bauchet se preparaba para definir fue el único susto que pasaron los de Cascini, que recién lo liquidaron en el descuento, cuándo no, por medio de Romero.

Atrás quedó el trago amargo de la Copa, atrás quedó la mala racha. El Milrayitas dio la cara y cambió su imagen.

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